La semana pasada se hizo eco en algunos medios de comunicación la historia de nuestro querido German Carranza, hombre del club de toda la vida, integrante de la camada ’63.
Pero ¿Por qué se hizo conocida su historia? Bueno, para los que no pudieron leer las publicaciones sobre el caso, hacemos un breve repaso:
Al arquitecto German Carranza se le detectó en el año 2005 una complicada enfermedad: esclerosis múltiple. Esta enfermedad ha reducido sus capacidades físicas al punto que ha tenido que re-adaptar toda su vida a sus nuevas condiciones.
German, que vive en Río Ceballos, estaba construyendo con mucho esfuerzo su nueva casa. Pero para finales del mes de noviembre del año pasado, armándose de mucha humildad y coraje, levantó el teléfono y pidió ayuda. No tenía plata para continuar la obra, y en su condición es difícil generarla.
Ahí es donde, una vez más, los valores humanos más esenciales, que este deporte nos enseña a pregonar en el interior de cada club y de cada persona, aparecieron. Rápidamente saltaron a escena dos «capitanes», Guillermo Maldonado y José «polaco» Feijoo, quienes lideraron una serie de acciones que generaron en tiempo récord algo que parecía inverosímil aquel 26 de noviembre cuando Germán llamó por teléfono.
En quince días se juntaron $250.000 y la obra tuvo luz verde de vuelta. ¿Como lo hicieron? De la única forma posible: con el esfuerzo de todos. Desde el minuto cero, los teléfonos no pararon de sonar, los cafés para «charlar un ratito» se hicieron rutina y así empezaron a asomar participantes: la sub-comisión de rugby del club, compañeros de división, amigos de otros clubes, compañeros de facultad, compañeros de colegio. Todos haciendo su aporte, algunos en pesos, otros en dolares, algunos de a 500 otros de a miles, lo que podía cada uno.
Mientras Guillermo se encargaba de que en cada grupo hubiera gente activa colaborando, José (arquitecto también) se hizo cargo de dirigir la obra. Y el club apareció en todo su esplendor. Jugadores de primera división limpiaron el terreno, Juan Trejo aportó el deck, «Rodny» Alvarez la grifería, Pablo Greco la mesada de mármol, Gustavo Vargas de la pintura. Todos poniendo su granito en lo que podían.
La casa está terminada, con el esfuerzo de todos se pudo completar en ocho meses. Pero el trabajo no terminó ahí, porque la casa presenta otra complicación: está en un lugar de difícil acceso. Así que, el trabajo de sus amigos continuó hasta que pudieron convencer a German de que no viva ahí, lograron que aceptara ponerla en alquiler y que viva en un lugar donde el acceso no sea un desafío de cada día.
En diálogo con uno de los protagonistas de esta historia, nos pide que resaltemos algunas cuestiones que tomaron relevancia gracias a ella. La primera es casi obvia, lo más destacable y conmovedor es el espíritu solidario de todos, que permitió en menos de un año devolverle a German más de lo que él buscaba con su pedido de ayuda. La segunda, la honorable actitud de German de darle la oportunidad a sus amigos de que lo ayuden. Para nadie es fácil pedir ayuda, y muchas veces el pudor nos pone obstáculos en la superación de nuestras adversidades por no querer «molestar» a otros.
Y la última es que esta historia puso en relieve (como muchas veces en la vida) lo que se puede lograr cuando un grupo de personas trabajan mancomunadamente y por un interés común. No hay límites cuando la causa es noble y todos quieren lo mismo. Es por eso que ya se está trabajando en algunas acciones y proyectos para que esta historia sea la semilla madre de una actitud periódica en nuestro club y nuestra comunidad que traiga soluciones y felicidad a los que más lo necesitan.
Por los valores del rugby y del Jockey, por los amigos y las cosas que valen la pena… ¡Salud!
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