Ayer a las 23 hs una nueva camada de jugadores que emprende este inspirador viaje hacia la cordillera, para hermanarse a través de la experiencia grupal con una de las historias más conmovedoras no sólo del rugby sino de la humanidad misma.
El 13 de Octubre de 1972 un avión, que trasladaba a jóvenes jugadores del equipo de rugby de Old Christians de Uruguay hacia Chile, cayó en la cordillera de Los Andes. Los sobrevivientes de la tragedia tuvieron que sortear, en condiciones extremas de hostilidad, 72 días hasta que pudieron ser rescatados. La inspiradora historia tomó conocimiento a nivel mundial y es una de las muestras de fortaleza humana, solidaridad y sacrificio más grandes registradas en la historia.
Para conocer un poco más sobre la experiencia que todos los años realizan nuestros jugadores alrededor de esta historia, entrevistamos a un entrenador que viene acompañando a los chicos desde el primer viaje: Alejandro Moya.
1- ¿Cuál es el objetivo del viaje?
AM: El viaje surge en 2012, por iniciativa de un padre (Mauricio Buzetti) de la M-16 de aquel entonces. Se buscaba un posible destino para que el grupo (camada ’96) cierre el año. Desde aquel primer momento, todos quienes conformábamos el grupo (jugadores, entrenadores y managers) nos vimos entusiasmados y convencidos de hacerlo.
Respaldados por la subcomisión de rugby y apoyados por el gran grupo de padres, fue entonces se comenzó a trabajar para concretar el desafío.
Si bien el objetivo inicial del viaje era cerrar un ciclo; las experiencias vividas, lo compartido con todo el grupo, llevo a los directivos del club a institucionalizar el mismo, para que así, todo jugador que «egrese» de la M-16, pudiera vivir y hacerse de esta gran experiencia y llenarse de tantos valores que surgen en el transcurso del ascenso a la cruz, con la idea de que esos valores los podamos hacer propios y reproducirlos y predicarlos en nuestra vida cotidiana.
2- ¿Cual es el cronograma del viaje?
AM: El Miércoles, luego de cenar en el club house, acompañados por familiares, emprendemos el viaje a Mendoza.
Por la mañana del Jueves tenemos la primer parada, un desayuno en San Rafael. Luego retomamos viaje para llegar hasta la ciudad de Malargue.
Durante el día Jueves se realizan diferentes actividades de grupo y el Viernes, desde bien temprano nos buscan en transfer para emprender un viaje de 4hs hasta la base de la montaña. Allí compartimos una vianda y comenzamos la travesía hacia la cruz, a pie.
Luego de una extensa caminata y de cruzar ríos llegamos por la tarde al campamento base. Allí nos acomodamos, alimentamos y descansamos para continuar al otro día.
El Sábado tras el desayuno emprendemos el viaje hacia la cruz; donde una vez arribados rendimos homenaje a todos los protagonistas de la historia y emprendemos el regreso hacia el campamento base, lugar donde descansamos nuevamente.
El Domingo temprano levantamos campamento e iniciamos el descenso hacia la base. Desde allí volvemos a Malargue.
Al finalizar la cena del Domingo emprendemos el regreso hacia Córdoba, llegando al club el mediodía del Lunes.
3- Esta no es tu primera vez en esta experiencia ¿Te acordás que te transmitió la primera vez?
AM: ¡Uh, si! ¡Aquella primera vez fue increíble! Antes que nada, creo que cada travesía es diferente, y eso es lo que la hace única.
La primera subida fue justamente eso, todo nuevo, tanto para nosotros como club, como para Juan (el guía, acostumbrado a caminar por otros senderos). Fuimos 50 personas.
Los tiempos en los trayectos quizás no eran los mejores. Imprevistos que iban surgiendo durante el ascenso nos expuso como grupo a diferentes adversidades que debíamos ir sorteando a prueba y error. Tomando decisiones sobre la marcha, eligiendo por momentos la decisión que creíamos correcta, sin tener en la espalda experiencia previa.
La unión de grupo fue sin duda el pilar fundamental para seguir en camino, la solidaridad y respeto por el compañero, la actitud y entrega por seguir adelante y no abandonar; fueron sin duda «escalones» que nos permitieron llegar hasta la cruz.
Hay momentos difíciles en donde si uno no se siente respaldado y en unión con el resto del equipo, seguramente nos es posible llegar. Esa unión es algo que aquél equipo mostró otra vez, y es por eso que luego de tanto subir, finalmente el grupo supo encontrarse todos abrazados en la cruz.
4- ¿Que podés apreciar que genera en los chicos?
AM: Los chicos, al principio, es como que no toman dimensión de lo que el viaje en sí significa. Requiere de todo un año de trabajo y si bien están enchufadísimos, desde un principio con los eventos a realizar para poder viajar, se lo ve como algo muy lejano. Hasta que casi sin darte cuenta estás arriba del colectivo.
Acercándose al viaje, te diría que una semana antes, es cuando se los empieza a notar cada vez más entusiasmados y con ganas de estar allá.
Durante el ascenso se ven muchos cambios en ellos, al principio va todo muy relajado, charlando, contándose anécdotas del tema que se cruce en ese momento. Cuando sin darse cuenta ya van 2, 3, 4 hs de caminata y el cansancio empieza a hacerse presente de diferentes formas, aparecen los comentarios como: «¿Cuanto falta?» o «¿Y mañana hay que caminar el doble?»
Hasta que llega el momento en donde ya no se escuchan más quejas, donde pareciera que hubo un «click» en sus cabezas. De repente ves a uno que carga con 2 mochilas, donde «le compartí mi colación o botella d agua a mi compañero que se quedó sin nada».
Se empiezan a ver esos cambios, esas actitudes que florecen desde el interior de uno. lugar donde seguro siempre estuvieron, pero que hubo que estar en una situación límite para poder llegar a la cruz.
Ya logrado el objetivo, de vuelta en la base, se ven esas caras de cansancio, pero que transmiten satisfacción, convencimiento y tranquilidad de que se puso y dejo todo, como cada día de entrenamiento, como cada Sábado en la cancha y de ea forma se cumplió con el tan ansiado objetivo: descubrirnos quienes somos como personas en los momentos límites.
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