La M-17 realizó con éxito su excursión a la cruz de hierro del Valle de las Lagrimas. Experiencia por demás enriquecedora para cualquier persona, pero sobre todo para un grupo.

Este año ese grupo fue la camada ’98. Un excelente grupo de amigos que, como cada fin de semana que se visten de rojo y blanco para correr atrás de una pelota ovalada y exponer sus cuerpos a las adversidades en pos de un objetivo común, realizaron esta aventura que empezó hace varios meses atrás con incontables sacrificios para concretar este viaje y ponerse a prueba durante varios días y donde vieron salir de adentro suyo todo lo admirable que tiene el ser humano.

Para conocer un poco más desde adentro esta aventura compartimos las palabras de quien ha sido no sólo su entrenador y mentor durante los últimos 2 años, sino quién se ha transformado en su amigo y uno de sus más grandes admiradores luego de esta hazaña: Ivan Kantarovsky.

Esta es su historia:

No sé si fue por el hecho de haber compartido dos años con este equipo o si fue por una situación emocional personal, pero esta vez me costó muchísimo llegar a la cruz. Iba subiendo paso a paso, centímetro a centímetro. Paso de tortuga: lento pero seguro. La falta de aire, el cansancio de mis piernas, esa cima que parecía no llegar nunca, el hecho de haberme quedado atrás; todo conspiraba contra mi objetivo de llegar en una pieza.

NO SE ME OCURRIA abandonar. Tan rápido como llegaban a mi cabeza las señales que intentaban convencerme de subirme a un caballo, empezaron a llegar los motivos por los cuáles debía seguir poniendo un pie adelante del otro. Mi mujer, mi familia, mi club, el Esfuerzo y la Actitud Positiva y Ganadora que pretendo transmitir; todo me decía “No le des bola al frio, ni al cansancio, ni a la falta de aire. Vos seguí…”

De pronto… en medio de esa lucha, el cariño y el trabajo de dos años se hicieron presentes. Uno a uno, aquellos pibes que conocí con 14 años en 2013, resignaban el poco aire que les quedaba para darme palabras de aliento. “Vamos Ivanka! Dale Ivaaaan”.

Los últimos 100 metros de subida los hice llorando, conmovido por lo increíble que se siente el ser parte de un equipo y tener a sus compañeros empujándolo hacia la meta. Dos  días de caminata, con frío, viento, lluvia y hasta nieve. La energía de equipo nos alcanzó para construir una mini cancha de rugby al volver al campamento y jugar, incluso, un partidito en aquel inhóspito paisaje.

El resto del itinerario.. bueno fue el mismo de todos los años. Solo que este año me tocó vivir la experiencia en primera persona. Esta vez era “MI” equipo, el que entrené durante dos años, el que se las ingeniaba para llegar a la cruz. “Si alguno se golpeaba, si a alguno le costaba cruzar un río, si alguno se enfermaba…” todos esos miedos… todas esas preocupaciones… Al final, esos gladiadores (como los llama mi amigo Christian Triveri) demostraron estar más que preparados para ganarle a la adversidad y brindarse a quienes, por alguna razón, necesitábamos un poco de ayuda.

¿Un Deseo? Que se sepa de la lucha, de la entrega, del esfuerzo, del cariño y del trabajo en equipo de esta división del Jockey Club Córdoba: “La Gloriosa 98”. Un equipo de futuros hombres de rugby que sin duda traerán mucha felicidad a nuestro club, desde el lugar donde que a cada uno de ellos le toque participar.

La experiencia del Valle de las Lágrimas es simplemente única. Como dicen los Brasileros “quien conoce, nunca olvida”. Es momento de escribir una nueva página en este libro. Nuestros mejores deseos a la clase 99… M-16 2015… A TRABAJAR!

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